El “Reason Why” del Cordillera: la sostenibilidad como alma

Festival Cordillera 2025

El “Reason Why” del Cordillera: la sostenibilidad como alma

El festival eleva la sostenibilidad de promesa a práctica: desde energía renovable y reforestación hasta activaciones educativas. Un case study vivo de cómo el entretenimiento puede liderar con propósito.

En un mercado donde los festivales son plataformas de afinidad para marcas y audiencias, Cordillera tiene un Reason Why que no es accesorio ni postizo: su esencia es la sostenibilidad. No se enuncia en un manifiesto para la foto; se vive en decisiones operativas, creativas y comerciales que lo convierten en un caso de negocio culturalmente relevante para la industria.

Desde su nacimiento, Cordillera amarró su propuesta a una acción concreta y acumulativa: por cada transacción de boletería, siembra un árbol. “Solo con Cordillera ya hemos sembrado más de 70.000”, dice Catalina Orjuela, directora de Páramo Impacta. Convertir a cada asistente en un agente de regeneración crea valor simbólico y un KPI verificable que las marcas pueden adoptar sin fricción.

La diferencia no es cosmética: Cordillera no “migró” a la sostenibilidad; nació con ese ADN. “Estéreo Picnic fue evolucionando en ese sentido, pero Cordillera nace con la sostenibilidad en su ADN”, resume Orjuela. Ese origen permite diseñar procesos, manuales y experiencias desde el propósito, no adaptar lo existente a la carrera.

El entretenimiento en vivo, por definición, es complejo de volver sostenible. Montajes veloces, altos consumos y tránsito masivo son la norma. “El entretenimiento de música en vivo realmente no está hecho para ser sostenible. Adaptarse siempre es retador”, admite Orjuela. Y, sin embargo, ahí está el diferencial estratégico: transformar el backstage en ventaja competitiva.

El festival pasó de la intención a la ingeniería. “Hacemos una medición de huella de carbono de cuna a tumba”, explica. No es una metáfora: se cuentan trayectos de artistas y asistentes, consumo en oficinas desde un año antes, camiones, agua, energía y operación. La consecuencia es reputacional y técnica: operar en el Parque Simón Bolívar, primer parque carbono neutro de Latinoamérica, exige estándares altos; cumplirlos y certificarlos refuerza la credibilidad ante patrocinadores.

Ese sistema de medición convive con innovación energética. Este año, Cordillera integra baterías de almacenamiento para escenarios y torres de iluminación nocturna, reduciendo horas de plantas de combustión e impulsando espacios como Coke Studio con soluciones de energía limpia. Son avances pioneros en la escena de festivales en Colombia y envían una señal clara: la transición no es un plan a futuro, es una operación en tiempo real.

La sostenibilidad social es otra capa del Reason Why. Con la Fundación Pasósfera, el festival genera empleabilidad para mujeres pospenadas. “Ya hemos dado cerca de 100 oportunidades de empleo en un año”, cuenta Orjuela. Se suman más de 90 recicladores de oficio en operación y el mínimo vital de agua para asistentes. El resultado: una cadena de valor donde el impacto no se terceriza, se integra.

Hasta el baño se vuelve argumento. Los baños vivos, sistemas con microorganismos, ahorran hasta 48 litros por uso frente a un sanitario convencional y no generan olor. “Si lo comparas con un baño tradicional… aquí utilizamos dos”, detalla. Junto con baños secos en zona de artistas y un ecomuro que recolecta agua lluvia para lavamanos, el consumo de recursos deja de ser un costo hundido y pasa a ser una historia que educa.

Para las marcas, el cómo es tan importante como el qué. Por eso existen manuales de sostenibilidad y de arte/diseño que definen materiales, montaje, gestión de residuos y look & feel. “Reemplazamos los banners por telas sublimadas y el poco banner que quede se transformará en merch elaborado en cárceles”, apunta Orjuela. La coherencia baja a piezas, proveedores y métricas: activaciones lindas que además hacen lo correcto.

Educar sin aburrir es parte del diseño de experiencia. La Aldea Páramo Impacta condensa aliados como WWF, Fundación Argos o Parques Nacionales y propone aprender jugando. “La manera de educar en términos de sostenibilidad es gamificando”, dice. Un pasaporte patrocinado por LATAM invita a recorrer puntos clave, granja solar, baños secos, escaneando QRs. Es engagement con propósito, perfecto para marcas que buscan interacción significativa y medible.

El enfoque también permea el lado artístico. La curaduría reafirma la voz de habla hispana como apuesta cultural y de circulación más responsable; y el festival propone un rider verde a los artistas. “Les mandamos este verde para ver cómo podemos… que su show siga siendo igual de impactante, pero con menos residuos”, explica Orjuela. No todos los efectos dependen de papelitos: también hay espectáculo cuando el detrás de escena cuenta otra historia.

Nada funciona si la audiencia no se suma. Por eso hay 80 ecoguardianes enseñando separación de residuos y señalética que protege biodiversidad. “El festival no es solo de Páramo Impacta, es de todos. Todo el mundo tiene que educarse”, insiste. La campaña lo sintetiza en una sola idea accionable: no dejes tu huella, llévate recuerdos.

El sistema logístico que hay detrás es monumental: seis centros de acopio distribuidos, cerca de 500 personas en la operación de residuos, 150 puntos ecológicos adicionales a los del parque y protocolos para proveedores desde el día uno de montaje. Es ahí donde el discurso se convierte en procedimiento y el procedimiento, en resultados que importan.

Cordillera convierte la sostenibilidad en un lenguaje transversal que alinea a aliados, marcas, promotores, artistas y asistentes. Y como todo lenguaje, genera conducta: vasos reutilizables en vez de desechables, transporte y consumo más conscientes, materiales pensados para circular y no para desechar, y una narrativa que premia a quien participa.

Para anunciantes y agencias, la esencia del festival se traduce en tres beneficios claros: reputación con pruebas (certificación, métricas, trazabilidad), creatividad con coherencia (activaciones y contenidos que educan y entretienen) y retorno emocional (ser parte de un ritual cultural con sentido). No es “estar en un festival”; es pertenecer a una comunidad que diseña el futuro que quiere vivir.

“Demostrar que sí se puede” ha sido la consigna que más se repite en el equipo, confiesa Orjuela. La adopción de energía solar, el ajuste en consumos de agua, la resistencia inicial al cambio, los permisos para baños secos… todo tuvo curva de aprendizaje. Hoy, esa curva es ventaja: lo probado en un festival se perfecciona en el otro y así se eleva el estándar de toda la operación.

En un contexto de consumidores vigilantes y marcas que buscan propósito accionable, Cordillera ofrece una ecuación convincente: la sostenibilidad no adorna el producto, es el producto. La música convoca, la cultura une y el cuidado colectivo da sentido.

Y cuando el “por qué” está bien resuelto, el “cómo” se multiplica: en cada árbol sembrado por una entrada, en cada batería que reemplaza combustión, en cada activación que enseña jugando y en cada persona que sale del parque con menos residuos y más historias. Ese es el tipo de experiencia que las marcas quieren patrocinar y el público quiere repetir.

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