Edad e inclusión: la oportunidad ignorada

Editorial

Edad e inclusión: la oportunidad ignorada

Hoy todo gira alrededor de la Generación Z. Sus deseos, necesidades, opiniones y estilos de vida. Sin embargo, hay una generación olvidada que tiene mucho por ofrecer.

La política, la música, las tendencias y, definitivamente, el consumo están siendo jalonados por esta generación que muchos no comprenden y que, es un hecho, llegó para transformar lo conocido: las formas de trabajo, el criterio para comprar cualquier producto y la cultura en la que vivimos.

Lo anterior es bueno, aunque genera choque y discusión. Es bueno, porque obligó al mundo a cuestionar conceptos que por mucho tiempo fueron realidades inamovibles y a hacerse preguntas como: ¿realmente tenemos que ir a una oficina para ser eficientes en nuestro trabajo?, ¿queremos consumir cualquier producto o adquirir algún servicio que afecte a otras personas, seres vivos o al planeta?, ¿es justo que aceptemos gobiernos que no trabajen por la igualdad, la inclusión y la diversidad?, ¿tenemos que hacer algo que no nos haga felices?

Cada una de estas preguntas ha sido puesta sobre la mesa por esa generación que muchos califican de perezosa, grosera o de cristal. Sin embargo, olvidan que es también una generación que no sueña con vivir diferente; vive diferente, libre de miedos y tabúes que han guiado a otras generaciones.

Por lo anterior, la Generación Z se merece su lugar de oro en el mundo de la publicidad y el mercadeo, y en otros también. No obstante, hay otra generación olvidada que es una oportunidad que pocas marcas, agencias, creativos y mercadólogos han logrado ver.

Como sociedad, comenzamos a desplazar a cualquier persona por encima de 50 como si fuera innecesaria, obsoleta. Esto se debe a que, por décadas, la publicidad y el mercadeo han vendido que ser joven es no solo lo deseable, sino lo correcto. Y no solo en materia estética, sino en el trabajo también.

Lo anterior no tiene sentido. Una persona en sus 50, 60, 70 y 80 tiene gustos, pasiones y conocimientos cultivados por años de vida. Si las marcas entendieran esto, tal vez también verían el error de ignorar y dejar de lado a las generaciones que nacieron antes de 1971 pues no solo son un público que ansía tener representación, sino que son consumidores que buscan productos hechos a su medida.

También entenderían que los influenciadores de estas generaciones son personas que guían o han guiado el mundo desde sus saberes, que pueden enviar un mensaje estructurado al resto de la sociedad y que sus “fanaticadas” son absolutamente fieles y están dispuestas a creerles.

En últimas, el mercadeo, la publicidad y todas las profesiones deberían ser abanderados de todas las generaciones –pero hacerlo de verdad no solo para ganar premios o vender estrategias– y de esa “diversidad, inclusión e igualdad” que la Generación Z grita, exige y pelea.

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