Hoy más que nunca los equipos de marketing contamos con un sinfín de datos, cifras, herramientas, plataformas e incluso la misma Inteligencia Artificial para conocer cada vez más al consumidor, entender su comportamiento y desarrollar campañas creativas donde el objetivo, en la mayoría de los casos, es ofrecerle al cliente una mejor relación calidad-precio.
Sin embargo, en medio de esta infoxicación, ocasionada por la cantidad de variables, solemos perder el foco de lo que realmente es importante: el ADN de nuestras marcas, lo que nos hace únicos, con una oferta de valor que genera vínculos y nos conecta emocionalmente con las personas.
Por supuesto que analizar la coyuntura país, sus dinámicas económicas, políticas, sociales y culturales es, además de relevante, necesario. Sin embargo, de nada sirve conocer una realidad si no nos remontamos al primer eslabón de la cadena y nos preguntamos ¿quiénes somos como compañía? ¿cuál es nuestro propósito? ¿cómo generamos valor? y ¿cuáles son los arquetipos de marca con los que conectaremos con nuestras audiencias? Es ahí, precisamente, donde empezamos a marcar una diferencia en nuestra comunicación, una relación con el cliente que gestiona la reputación y que por supuesto no es excluyente a la creatividad y disrupción.
Conocer la percepción del cliente puede ser gratificante, dolorosa, realista y necesaria; sobre todo para entender cómo podemos ser mejores en aquellos procesos, que no necesariamente dependen de mercadeo o comunicaciones, pero que al final de cuentas sí podemos gestionar a través de una estrategia intencional, focalizada, que ponga al cliente en el centro junto con el ADN de nuestra marca. ¿El resultado? coherencia, gestión con propósito, trazabilidad de los logros y generación de valor compartido entre el cliente y la compañía. Si bien las dinámicas del mercado son veloces y cambiantes, también debemos enfocarnos en el largo plazo, por supuesto con variaciones permanentes, que no afecten la esencia de nuestra identidad; algo distinto a deshojar la flor diariamente analizando si ‘me quieren o no me quieren’ para tomar decisiones que pueden ser precipitadas o que no necesariamente reflejen lo que somos.
Por supuesto que nuestro ADN de marca debe ser coherente al interior y al exterior de la compañía. Según Kantar y sus tendencias de marketing para este año “Las personas están de acuerdo en que quieren marcas alineadas con sus valores personales. El 80% dice que ‘hace un esfuerzo’ para comprar a las empresas que apoyan causas importantes para ellos”. Precisamente, la emoción es uno de esos conectores que nos acercan al consumidor y ¿cuál es la mejor forma de emocionar? la cultura: la música, la moda, el entretenimiento y por qué no el mismo lenguaje.
Desde Alkomprar, estamos enfocados en conocer a profundidad al consumidor en las diferentes regiones del país, en conectarnos emocionalmente con nuestros clientes, sin dejar de lado el conocimiento, servicio y disponibilidad de productos de tecnología que estén al alcance de las personas. Siempre con la premisa de conservar nuestro ADN y propuesta de valor.
La calidad, precio y disponibilidad del producto jugarán un papel fundamental en la decisión que tome el consumidor, sin embargo, nuestro rol como líderes de mercadeo trasciende a hacer que nuestras marcas sean valiosas, apreciadas y emocionantes.
También le puede interesar: WPP nombra a Brian Lesser CEO Global de GroupM