Todos coincidimos en que Colombia está emergiendo como una de las economías digitales de rápido crecimiento en América Latina y, además, somos testigos de un profundo cambio en el ámbito del marketing digital. Los datos, que se consideran el "nuevo oro", están siendo recopilados y analizados a ritmos nunca pensados
Según la comisión de regulación de comunicaciones de Colombia, la penetración de Internet móvil en el país superó el 77.7% en 2022. Este aumento en la conectividad ha dado lugar a un crecimiento salvaje en la generación de datos. Sin embargo, como cualquier incremento, viene con un conjunto de dilemas éticos.
Vamos por pasos, primero, la promesa de una experiencia de usuario personalizada ha llevado a un sinfín de empresas colombianas a sumergirse profundamente en el océano del Big Data. Un informe reciente de la Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones (CCIT) sugiere que el 70% de las empresas del país ya están implementando o planean adoptar estrategias basadas en Big Data. Sin duda, la personalización mejora la experiencia del consumidor. Pero ¿a qué precio?
En segunda instancia, remitámonos al escándalo global de Cambridge Analítica y la fragilidad de la privacidad en la era digital. A pesar de los esfuerzos realizados por el Gobierno colombiano, como la ley que establece normas generales para la protección de datos personales, la aplicación sigue siendo un desafío. Las empresas tienen la responsabilidad no solo de cumplir con la ley sino de ir más allá: actuar con una ética inquebrantable. ¿Pero quién ayuda a las empresas a hacerlo eficazmente?
Tercera, la confianza, ese intangible esencial, está en juego. Un estudio realizado por la firma Raddar en 2021 reveló que el 78% de los colombianos están preocupados por la forma en que las empresas manejan su información personal. Estos números son una campana de alarma. La transparencia, más que un buen gesto, se está convirtiendo en una demanda del mercado colombiano.
De igual manera, las empresas en Colombia no sólo deben adherirse estrictamente a las regulaciones, sino que deben adoptar un enfoque proactivo. La transparencia en la recolección y uso de datos, y ofrecer a los consumidores un control genuino sobre su información, es crucial. Y es que las organizaciones deben considerar los datos de sus usuarios como un préstamo, no como una posesión.
Y sé que de esta pieza de opinión salen más preguntas que respuestas, pero señor lector, esta es una reflexión necesaria si usted tiene un alto nivel de responsabilidad gerencial en una compañía. Es imperativo que las empresas colombianas capaciten su talento sobre la ética del manejo de datos. No se trata solo de evitar sanciones, sino de construir marcas sólidas y confiables en un mercado cada vez más consciente y exigente. La era digital en Colombia presenta una oportunidad dorada, pero también un reto ético. La personalización y la privacidad no tienen por qué estar en lados opuestos del espectro. Las marcas que logren fusionar ambas, con respeto y transparencia, liderarán el paisaje del marketing digital colombiano en la próxima década. ¿En qué equipo estará usted?
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