Las marcas necesitan profundizar en el “Value Data”

En un mundo inundado de datos, las marcas han aprendido a utilizar herramientas tecnológicas avanzadas para identificar a sus clientes potenciales de manera más eficiente.

Los grandes volúmenes de datos nos permiten segmentar audiencias con una precisión que parecía impensable hace solo unos años. Sin embargo, a pesar de los avances en la recopilación y análisis de datos, una gran mayoría de las marcas continúa enfocándose en una faceta esencial de los mismos: buscar clientes. El verdadero reto, sin embargo, es otro: ¿estamos realmente comprendiendo a esos clientes?

La pregunta no es solo cómo conseguir que un consumidor haga clic en un anuncio o realice una compra. Es, más bien, cómo comprender profundamente a ese consumidor, sus emociones, sus deseos y sus necesidades, para ofrecerle algo realmente relevante, que le resuene, que le aporte valor más allá de la transacción.

Necesitamos pasar del Big Data al Value Data. Es cierto que hoy nos movemos más rápido y de manera más eficiente, ofreciendo productos y servicios a quienes están predispuestos a consumirlos. Sin embargo, este ciclo basado en la eficiencia y el volumen está, a menudo, desconectado de lo que realmente importa: las motivaciones humanas detrás de esos datos.

Al analizar patrones de compra, es posible descubrir tendencias y predecir comportamientos, pero a menudo se omite un componente fundamental: el motivo detrás de esos comportamientos. Los datos pueden decirnos qué está comprando una persona, pero no nos explican por qué lo hace. Y es en ese por qué donde reside la verdadera oportunidad de construir relaciones duraderas con los clientes.

La clave está en transformar el enfoque: del simple objetivo de captar clientes hacia una estrategia de entender a esos clientes para conquistarlos a largo plazo. Esto requiere pasar de la "generación de demanda" a la "detección de demanda". Es decir, las marcas deben anticipar las necesidades de los consumidores antes de que ellos mismos las reconozcan. Esto solo es posible cuando los datos se comprenden en su totalidad, no solo en su faceta predictiva, sino también en su dimensión emocional y humana.

Las emociones son hoy, más que nunca, el motor de la decisión de compra. Ya no se trata de aplicar estrategias genéricas de segmentación o de recorrer un embudo de ventas estándar. Los consumidores toman decisiones de compra basados en impulsos emocionales, un comportamiento evidente tanto en el ámbito B2C como en las relaciones comerciales B2B. Las marcas deben ir más allá de los datos demográficos y comportamentales, explorando el por qué de las decisiones, que a menudo no son racionales, sino emocionales.

El análisis de datos debe centrarse en comprender estos comportamientos emocionales y no solo en predecir acciones futuras. Aunque esto puede parecer complejo, consideremos un ejemplo en el sector del turismo:

¿Cómo mejorar la experiencia de los viajeros? Los resorts y casinos, por ejemplo, no solo deben garantizar la calidad del alojamiento o los servicios. En muchos casos, la satisfacción del cliente depende de aspectos emocionales, como sentirse bienvenido, valorado y entendido. Si una marca de turismo puede anticipar emociones como la frustración por un servicio lento o la preocupación por la seguridad, y abordar estos problemas antes de que se conviertan en quejas, la fidelización será mucho más sólida.

El Big Data, si se usa estratégicamente, permite recopilar datos de interacciones previas, historial de preferencias y comentarios en tiempo real, ayudando a detectar problemas antes de que afecten la experiencia. Más importante aún, permite personalizar la oferta y responder adecuadamente a las expectativas emocionales de los clientes.

Darle un giro a la forma en que entendemos los datos no solo mejora la eficiencia operativa y aumenta las ventas, sino que también nos permite conectar con las personas a un nivel más auténtico. Esto nos brinda las herramientas necesarias para entender lo que realmente importa.

El desafío actual no es simplemente generar demanda, sino detectarla. La mayoría de las decisiones de compra, tanto de consumidores como de empresas, se producen por impulso y están guiadas por emociones. El 95% de los compradores eligen la marca que mejor satisface sus necesidades en el momento preciso. Esto implica un cambio radical: de intentar convencer a las personas de que necesitan nuestro producto, a entender profundamente lo que quieren y ofrecérselo antes que nadie.

Para lograrlo, es crucial pasar de los hechos a los sentimientos. Ya no basta con presentar beneficios racionales en el punto de compra. Las marcas necesitan comprender al ser humano detrás de cada decisión. ¿Tienen confianza en sus conocimientos? ¿Sienten la necesidad de llegar a un consenso? ¿Siguen las tendencias o las crean? Estas preguntas son más relevantes que las obsoletas "mejores prácticas" basadas en un recorrido de compra lineal que ya no existe.

En definitiva, para que las marcas realmente trasciendan en la era de los datos, deben cambiar su mentalidad y transformar su enfoque en ventas inmediatas. Tener insumos para ofrecer a los clientes experiencias que resuenen con sus expectativas marcará la diferencia. La oportunidad está en usar los datos para identificar no solo lo que los consumidores están haciendo, sino por qué lo están haciendo y cómo las marcas pueden ser parte de una experiencia emocionalmente significativa.

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