Cerebro podrido, el nuevo desafío es pensar en un mundo saturado de “información”

En el mítico Macondo, Gabriel García Márquez describió una plaga que iba más allá de la enfermedad física: la peste del insomnio, un mal que robaba los recuerdos y sumía a los habitantes en una espiral de confusión.

Hoy, en nuestra realidad hiperconectada, pareciera que enfrentamos una versión moderna de esta peste: el “cerebro podrido” (o brainrot), una adicción silenciosa generada por el consumo desmedido de contenido basura en redes sociales.

Este término, que cada vez gana más terreno, encapsula el deterioro mental causado por la sobreexposición a información trivial, noticias descontextualizadas y un flujo constante de entretenimiento vacío. Tal como los personajes de Cien años de soledad etiquetaban los objetos para recordar su utilidad, nosotros llenamos nuestras vidas con notificaciones, memes y contenido superficial que, en lugar de ayudarnos a conectar, nos enajena y separa de la realidad.

Es innegable que las redes sociales, bien utilizadas, son herramientas maravillosas: nos acercan a lo lejano, nos informan en tiempo real y nos brindan oportunidades para aprender. Sin embargo, cuando las consumimos sin capacidad de discernimiento, nos arriesgamos a perder algo más valioso que el tiempo: nuestra capacidad de reflexionar, de tener conversaciones profundas y de construir conocimiento sólido.

Quienes trabajamos con marcas y comunicaciones tenemos una responsabilidad clave en esta lucha contra el contenido vacío. Como asesores y guardianes del mensaje, debemos guiar tanto a las empresas como a los consumidores hacia un ecosistema digital más saludable. Esto implica no solo promover contenido de calidad, sino también pensar en la sostenibilidad digital: evitar prácticas que saturen al público con estímulos sin sentido y contribuir a un entorno en el que los mensajes sean social y digitalmente responsables. Al cuidar la salud digital de las marcas, también contribuimos al bienestar de los consumidores, fomentando una relación más consciente y equilibrada con la información.

¿Entonces, cómo evitar que esta peste moderna nos consuma? Con tres sencillos pasos podemos intentar resguardar nuestra mente y a propósito del nuevo año integrar a nuestro plan hábitos conscientes:

  1. Curar lo que consumes: Así como eliges tus alimentos con cuidado, selecciona también el contenido que ingresa a tu mente. Sigue cuentas que aporten valor, aprende a diferenciar entre entretenimiento y aprendizaje, y evita caer en los clics fáciles que prometen mucho pero ofrecen poco.
  2. Desconéctarse para reconectar: Establecer límites con el uso de dispositivos. Dedicar tiempo a actividades que alimenten tu creatividad y pensamiento crítico, como leer un libro, caminar al aire libre o tener una conversación cara a cara.
  3. Promover diálogos con sentido: Más allá de los “likes” y los comentarios vacíos, buscar espacios para debatir, compartir ideas y profundizar en temas relevantes. Las redes sociales pueden ser un puente hacia el entendimiento, pero solo si elegimos cruzarlo con intención.

En el mágico Macondo, los habitantes lograron superar la peste del insomnio gracias a su ingenio colectivo. En nuestra realidad que también parecía mágica. Nosotros como productores y consumidores de contenido podemos enfrentar esta epidemia digital con un esfuerzo consciente. Hagamos del 2025 un año para recuperar el control de nuestras mentes, valorando la información de calidad y recordando que, en un mundo saturado de ruido, la claridad y la calidad siempre serán diferenciales de valor.

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