La realidad actual de los universitarios diurnos presenta una situación particular, pero de constante repetición, que se centra en la poca o nula experiencia laboral, una vez culminados sus estudios de pregrado; asumo sin conocimiento de causa que esta situación puede ser similar en las diferentes carreras, pero me referiré exclusivamente a la de mercadeo que es la que conozco y vivo diariamente.
Por una parte, para el estudiante de mercadeo es algo totalmente contrario a su filosofía profesional, ya que es imposible que en el ejercicio profesional se espere a enfrentar un problema sin armas, cuando se ha visualizado desde hace mucho tiempo, el alumno es consciente de que va a afrontar esa problemática una vez culmine la carrera ya que las empresas contratan personal que tenga al menos algo de experiencia, que junto con los conocimientos, garantice el desempeño del futuro cargo a ocupar; sin embargo, es sorprendente que muchos de nuestros egresados prefieran afrontar esa situación simplemente acompañándola de quejas orientadas hacia las mismas empresas y hasta para con los gobiernos de turno, diciendo que cómo se puede pretender pedir experiencia en una persona que recién culmina sus estudios.
De mi parte, siempre les cuestiono… ¿qué han hecho ustedes para evitar esta situación? Y ¿cómo puede un profesional en mercadeo no predecir lo inevitable en este aspecto?, precisamente, cuando se contrata a una persona formada en esta disciplina es para que pronostique, visualice posibles escenarios y nunca llegue a afrontar una situación en calidad de indefensión total.
Entonces, ¿es posible que esto ocurra con la propia vida de este profesional? La respuesta contundente es no, y es ahí cuando el alumno debe propender a buscar su solución, con trabajos relacionados con el área de forma temporal, en vacaciones, o ajustándolos a los diversos horarios que puede organizar; esto bajo la sabia premisa que dice quien sabe hacer sabe mandar; en otras palabras, para nuestra profesión es recomendable que esa preciosa etapa de estudiante sea utilizada para experimentar y vivir de manera directa los cargos básicos de ventas, mercaderismo, oficiales de servicio al cliente, asesores comerciales, que el día de mañana serán los empleados que se tendrán que orientar y guiar de manera efectiva y qué mejor forma que habiendo conocido de cerca su ejercicio, sus ideas y hasta sus picardías.
De otra parte, considero que la academia -en cabeza de los docentes- puede también ayudarles, al generar en las cátedras espacios de reflexión y de práctica directa, enfrentarlos a clientes, a problemáticas del día a día de los mercados y a situaciones comerciales, que les añadirán experiencia profesional y para sus hojas de vida, permitirles contrastar lo aprendido teóricamente con la realidad para llevarlos a aplicar su creatividad mediante estrategias en las diversas situaciones que el mundo del mercadeo ofrece.
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No es posible dejar de comprometer también a las empresas, que con sus prácticas empresariales o políticas de primeros empleos reforzarían y ayudarían de manera dramática al esfuerzo mancomunado que el estudiante y las entidades universitarias realizan; no es posible que aún haya empresas que reciben practicantes para sacar fotocopias u organizar archivos y desperdician la oportunidad de comenzar a formar profesionales a su imagen y semejanza.
A simple vista, este problema es de fácil solución, pero requiere la concientización plena del joven estudiante en su búsqueda de experiencia en diferentes trabajos comerciales, de la academia en el fomento de la práctica y del empresariado en la función activa de brindar oportunidades a futuras promesas que requieren espacios para demostrar su compromiso. Confío en que el encadenamiento de estos tres ejes proporcionará la visualización a muy corto plazo de un profesional preparado y acorde con las necesidades actuales de los cambiantes mercados.