Por Camilo Herrera Mora. Red PaPaz ha comenzado una campaña para que los niños colombianos estén menos expuestos a la publicidad de productos ultraprocesados y llamar la atención sobre los efectos de la publicidad en el consumo de comida por parte de los niños. Se fundamentan, entre otras cosas, en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud, ya que reconocen que los gobiernos deben regular la publicidad de estos alimentos para frenar los altos índices de obesidad infantil y otras enfermedades.
También le puede interesar: Campaña Red PaPaz, más papistas que el papa
Esto debe generar un fuerte debate en el mundo de las comunicaciones, porque en el punto que va este tema, el culpable es la publicidad, lo que abre una enorme herida en la industria al culparla de males que no le corresponden. Estoy de acuerdo en que como padres debemos asegurar la mejor calidad de alimentación y nutrición de nuestros hijos, pero no por esto estoy de acuerdo con que la publicidad tenga la responsabilidad. Esto asume en el fondo, que la comunicación y las pautas de los productos son capaces de influenciar tanto a un niño, que un padre no tiene más opción que comprar lo que este quiere, o bien, que cuando no está con los padres, el niño puede comprar o consumir lo que quiera.
Los temas de consumo de productos están en función de tres variables fundamentales, más allá del dinero: educación, intensidad y frecuencia. Por esto tomarse una gaseosa a la semana, comer un chocolate o una copa de vino no tiene impactos en la salud de las personas, porque sus endulzantes y estimulantes son absorbidos por el organismo, y eliminados en procesos naturales sin causar obesidad o propensión a adquirir enfermedades crónicas. Pero si la persona toma demasiada gaseosa, come demasiado chocolate o toma demasiado licor, el cuerpo recibe mucho más de lo que necesita y obviamente, esto tiene implicaciones importantes en la salud. Se dice que en los últimos 40 años, la obesidad se ha multiplicado por diez, lo cual es un dato alarmante, pero las gaseosas tienen más de 100 años, el chocolate mucho más y los licores llevan miles de años con las sociedades. Esto hace pensar que el problema no solo viene de la producción.
Un tema que poco se ha abordado es el rol de los padres en el proceso educativo, que ha cambiado radicalmente en las últimas generaciones; los baby boomers crecieron bajo un mandato recio de sus padres, que les decían qué podían hacer y qué no; los de la Generación X, crecimos en un entorno más laxo, donde se nos dieron más libertades, pero asumíamos las responsabilidades por nuestros actos; la actual generación de millennials está programada con una condición diferente, porque los padres les preguntan a sus hijos continuamente: “¿Tú que quieres?”, y esto cambió completamente el rol de control de los padres sobre los hijos y, sistemáticamente se han delegado algunas responsabilidades paternales en el Estado e, incluso, en el mercado.
Si bien la publicidad tiene una fuerte influencia en los compradores, no porque haya una pauta de una comida, un juguete o una película de cine, es inevitable que el niño desee inconteniblemente comprar y consumirlo, porque las personas tienen la capacidad de decidir sus acciones. Con esto no quiero decir que la publicidad no se ha equivocado ni que en algunos casos no ha manipulado a los compradores, porque infortunadamente sí ha ocurrido, pero quiero resaltar que el proceso de educación y formación de consumidores es fundamental para mejorar las condiciones de alimentación de nuestros niños.
La campaña de Red PaPaz abre un debate muy interesante, pero no es cierto que la publicidad es la culpable de la obesidad, ni mucho menos que solo los alimentos ultraprocesados la causen, porque cualquier comida típica en Colombia tiene serios problemas nutricionales y calóricos y el sedentarismo es cada vez más complicado. Bienvenido el debate pero que esto no se convierta en un proceso de “macartización”, en que unos son buenos y otros son los malos.
Eso abre una enorme herida en la industria publicitaria y la culpa de males que no le corresponden.