¡Feliz día del publicista!

Día del publicista

¡Feliz día del publicista!

Para conmemorar este día les cuento por qué amo la profesión, y cómo manejo los altos y bajos de cada día.

Estuve pensando en muchas formas de empezar esta nota, con mensajes inspiradores para quienes celebramos el día del publicista, y siendo fiel a mi misma, decidí seguir el consejo de la película Luckiest Girl Alive, cuando la directora de la revista le dice a la protagonista que “escriba como si nadie fuera a leerla, porque solo así vale la pena leerlo”, o algo así… y empecé a escribir sin pena, pero claro está, sin el mismo talento de una columnista… pero aquí va.

Esta semana he pospuesto un montón de cosas por hacer, pero me senté a hablarles de lo que me ha hecho sentir ser publicista este año de mi vida, en el que he tenido que reinventar gran parte de mi rutina y de mí misma al migrar de Colombia.

Al mirar atrás, respiro profundo pensando que lo cierto es que haber elegido la publicidad es tal vez una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, porque aunque me quejo mucho y de muchas cosas en este gremio, son contadas las actividades que me hacen tan feliz como reunirme a pensar con un equipo de creativos, sobre todo los que se vuelven tus amigos. Y porque las mentes más ingeniosas que he conocido a lo largo de los años, (solo aparte de mi papá que es un genio), han sido eso: gente que trabaja en publicidad; desde diseñadores hasta editores audiovisuales, en agencias de branding o de digital, y no termino de entender si se debe a que tienen un cerebro con hambre de saber un poco de todo o sencillamente a una sensibilidad hacia la cultura, el arte, la tecnología, ¿qué se yo?, la vida… y un poco eso es lo más alentador y divertido de trabajar en este medio: pensar junto a gente brillante.

Me preguntaron cómo era un día en la agencia para mí, y no me acuerdo ya cuándo fue la última vez que puse un pie en una oficina, ugh, ¡qué pereza!, seguramente llegué tarde, ya no sé cómo lograba llegar de La Conejera a Chapinero Alto antes de las 9:00 a.m. en el caos de Bogotá y sin alcanzar a preparar un café (tal vez nunca lo logré, y los jefes que tuve y me leen ahora, podrán comprobarlo). La vida después de la COVID-19 y la virtualidad me permitieron llevar el computador en una maleta en la espalda y a mi hija de la mano, para atender reuniones, clases o ver un par de series recostadas frente al Río Amazonas o desayunando en Miami Beach. He pasado por reuniones tomando tinto en el Parque del Café, con mis amigas alrededor de una piscina en Barranquilla, y he asistido a tráficos sentada en el Central Park. No les miento, y me encanta. Si el editor de este texto me deja decirlo con la sonrisa que me genera: ¡qué chimba!.

Gracias a la publicidad y a agencias como Contenidos El Rey, por dejarnos elegir vivir así, y a todas las empresas que se reinventaron porque se que no soy la única que lo balancea, y tengo llamadas con profesionales desde muchos rincones del planeta. Qué gran excusa para celebrar el día del publicista es poder serlo en cualquier parte del mundo sin las complicaciones que tienen otras profesiones.

Mi día arranca a eso de las 8:00 a.m, y aunque a veces tengo la agenda tan llena de cosas por hacer que tengo que volver a comprar café en la calle, no me avergüenza reconocer que me fascina sentirme ocupada, porque el día a día es un trote y salto entre llamadas de alineación con los equipos, clientes, clases, tareas, almuerzo, amigos y varios scrolls en Reels, pensando, debatiendo, conversando y montando estrategias, presupuestos, propuestas, proyectos y tirando ideas para campañas gigantes o brandeando el meme del día.

Empecé en el 2014 trabajando en una empresa y luego de años, salté al rigor de una agencia, buscando todo lo cool que es de verdad poder ir en tenis, o poder trabajar con las redes sociales abiertas; incluso cuando algunos amigos de la universidad me recomendaban no hacerlo. Ahora escucho del oficio de personas en otros gremios, y lo siento, pero bostezo. Obvio que me estreso, obvio que me irrito, obvio que me canso y obvio que esta industria tiene mucho por evolucionar, crecer y humanizarse, como cualquier trabajo. Pero trabajar en publicidad, al menos desde digital, me ha dado muchos triunfos, muchas alegrías y muchos momentos de dicha y ciertos lujos o placeres, como el de poder escribir esto viendo nevar en Toronto, con una lista tan larga de cosas por hacer que me da entre risa y ansiedad, porque soy en resumen: una millennial.

Es cierto que tengo que correr para lograr que me alcance el día, otras veces, lo importante es saber detenerse, que es aún más difícil, pero el equilibrio en medio de ese caos solo lo he podido encontrar en ser absolutamente fiel a las ambiciones y a los sueños más grandes que tengo junto a mi familia; porque esa es la pasión que requiere enamorarse de la profesión que elegiste cuando eras una niña viendo a Helen Hunt en What Women Want o a Kim Cattrall en Sex and The City.

Cuando me preguntan sobre lo que más y lo que menos me gusta de trabajar en publicidad, sonrío recordando las reuniones de las que he salido histérica de frustración o dichosa con ganas de gritar de la emoción. Pienso también, y con frecuencia, que los que no se disfrutan esto hasta las tripas, eligieron la profesión equivocada, sin importar lo buenos que se crean en ella. Digo yo aquí, que me gozo esto porque todavía creo en el poder de las historias para dejar huella y para hacernos la vida un poquito más bella. Y decido disfrutarme los to-do con todo y los altibajos al final de la semana, con todo y los pendientes que no se acaban, los correos que llegan y llegan y llegan… y todas las cosas que cuando se te acumulan en masa, pues es normal que abrumen. Pero genuinamente me lo gozo al final del día con todo y la sensación constante de estar olvidando algo importante.

Con todo y la gente a la que se le olvida disfrutarse su carrera (clientes y equipos), porque lidiar con los humores, egos y personalidades de las personas es una de las cosas que todavía me cuesta más, y para las que tenemos que prepararnos y preparar a los chicos en las universidades. Porque creo que aunque nuestros skills nos llevan a trabajar bien, son las habilidades blandas las que nos permiten crecer.

Dicho eso, a todos los chicos y chicas que llegan nuevos a la publicidad, solo me queda decirles que se acuerden de gozarse su día a día con todos los bemoles. Y a los que eligen esta carrera, les recomiendo que lean, escuchen o vean cuanta serie o película los inspire para ambicionar mucho y soñar en grande, porque así, estoy segura, solo así, es como conseguirán disfrutarse cada día de trabajo; soñando con nada menos de lo que pareciera imposible. O, como me ha dicho mi primo Carlos Bedoya, uno de los mejores publicistas que ha visto el mundo: "si cumplir tus sueños no te da mucho miedo, entonces no estás soñando lo suficientemente en grande".

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