De qué hablamos cuando hablamos de política
Los debates políticos proliferan como producto mediático y ganan terreno en medios regionales y digitales. ¿Qué tanto pesan en la decisión de voto?
El primer debate electoral mediático de la historia sucedió en Estados Unidos, el 26 de septiembre de 1960 y convocó a Richard Nixon y John F. Kennedy ante las cámaras. Desde entonces se contó la leyenda de cómo un candidato joven, de buen aspecto y hábil en el estudio, derrotó a un Nixon sudoroso y agotado por los compromisos previos que mantuvo ese día.
Esta leyenda se sigue contando, sin tener en cuenta los estudios de Gallup que, además de unas elecciones reñidas, predijeron el crecimiento de las preferencias por el candidato demócrata. Y se sigue repitiendo, aun cuando Ted Sorensen, asesor político de Kennedy y autor de varios de sus discursos, escribió más tarde en The New York Times que su objetivo con los debates era reforzar la imagen del candidato en la población sureña y los votantes independientes de ese país.
El producto comercial
Más allá de sus efectos, el formato probó ser exitoso como producto mediático y se replicó en todo el mundo. Funciona como contenido para captar audiencias, debido al tinte coyuntural que lo reviste. Así, con el correr de los años, hemos llegado, casi sin saber cómo, al modelo que caracterizó las campañas presidenciales pasadas: debates a razón de una y hasta dos veces por semana, organizados por universidades, medios nacionales y regionales u organizaciones sin ánimo de lucro, y en diferentes ciudades del país.
¿Tiene sentido tanta repetición de una puesta en escena? “Este exceso solo produce saturación y convierte esos encuentros en una repetición de la repetidera, que además causa hastío entre los televidentes”, escribía Vladdo en una de sus columnas para el diario El Tiempo.
Para evitar este síntoma, los medios estadounidenses idearon las alianzas. Varios medios transmiten un debate nacional y el usuario elige el de su confianza. Esto también permitió medir la audiencia total y reportar que 80,6 millones de televidentes vieron el debate entre Jimmy Carter y Ronald Reagan el 28 de octubre de 1980 y 84 millones de ciudadanos siguieron el primer debate entre Donald Trump y Hillary Clinton, el 26 de septiembre de 2016, desde Saint Louis, Missouri, sumando conexiones por streaming, televisión y redes sociales, según Nielsen.
Segmentación
La oportunidad de atraer público y ganar reputación motiva la organización de debates como productos propios para aprovechar picos de audiencias. Sumado a esto, el terreno que han ganado los medios regionales y digitales les da la capacidad para fijarse el objetivo de tener sus propios debates.
De este modo, los medios locales ganan porque logran darle un tinte local a la discusión política y poner a los candidatos a hablar de sus regiones. El mercadeo político lo aprueba, porque el debate pasa a ser un evento itinerante que va de ciudad en ciudad y responde al objetivo de segmentar. Así, la repetición de temas no es tal pues cada debate está dirigido a una audiencia específica.
En cuanto a los medios digitales, las transmisiones en vivo fueron el formato preferido para la difusión de las discusiones políticas. City TV, con El Debate Elecciones 2018, y W Radio, con la transmisión del mediodía del 25 de mayo, dirigida por Vicky Dávila, reportaron conexiones de hasta 21.000 usuarios. Sin embargo, el mayor éxito de audiencia fue para el canal de YouTube #HolaSoyDanny, de Daniel Samper Ospina, cuya emisión alcanzó el millón de reproducciones antes del día de los comicios.
La figura de los medios regionales funciona de modo similar para el caso de los digitales: el objetivo es segmentar audiencias. De acuerdo con Daniel Samper Ospina, según explica en un posterior video de su canal, la transmisión sirvió para acercar el debate político a las audiencias juveniles y permitir que personas ajenas a la política o inexpertas se familiarizaran con el tema.
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Además, los medios digitales tienen menos limitaciones de tiempo y pueden darse el lujo de dejar hablar a los candidatos sin interrupciones artificiales.
¿Tienen efecto los debates sobre la decisión final de voto? Igual que sucede con el retail, a pesar de la información que tenga el comprador, las emociones pesan en el momento decisivo. Y así como la historia desmiente la leyenda en el episodio Nixon-Kennedy, los debates de los candidatos son solo uno de los componentes emocionales. De modo que está claro el rol del formato como producto mediático, sea informativo o de entretenimiento, pero hacen falta herramientas para oír los latidos del elector y comprobar su efecto político.